lunes, 12 de agosto de 2013

Dicisiete años y medio

Todavía recuerdo cuando llegaste a casa, tengo que reconocer que al principio no estaba muy convencida de que te fueras a quedar, ni siquiera estaba segura de que fueras lo que necesitaba en esos momentos, pero el tiempo le dio la razón a Cesar, y nos acostumbramos a ti.

Has compartido muchísimas cosas con nosotros, las frías mañanas de invierno, cuando había que madrugar y salíamos de casa casi a oscuras a dar un paseo y luego a trabajar, pero también el calor de esas maravillosas noches de verano en que da tanta pena acostarse y parece que pudiéramos estirar el tiempo, para hacer una larga sobremesa, para tener una tertulia amena, o simplemente disfrutar del aroma del jazmín,

También has sido testigo de muchos cambios, de seres que fueron y ya no son, ¿recuerdas aquellas primeras plantas del jardín? ¿recuerdas aquellas perritas con las que jugábamos? ¿recuerdas lo jóvenes que eramos?. Pero el tiempo pasa, deja su huella, y también se lleva cosas, esta tarde, por sorpresa, te has ido tu, cuando menos lo esperaba, he vuelto del paseo y me ha extrañado que no estuvieras....después de diecisiete años y medio.

Ahora me doy cuenta de que tenían razón los que alababan tus virtudes, y que no se como voy a reemplazarte. Es verdad todo lo que dijo Cesar de ti, las lamparas de bajo consumo ¡DURAIS MUCHO!

sábado, 10 de agosto de 2013

Cuestión de tiempo

 Yo creo que todas las personas tenemos derecho a disfrutar de un padre, una madre, y de una figura familiar que se está perdiendo ¡las tías solteras!

En este capítulo, he sido muy afortunada y he tenido dos tías que cumplían todos los requisitos básicos del papel: eran mayores que mi madre, eran muy, muy, pero que muy coquetas, a una de ellas le fallaba el oído y a la otra la vista, lo que servía para que mi padre -en su papel de cuñado- les tomara el pelo a discreción, aunque a él le fallaran la vista y el oído al tiempo.

Mis dos tías fueron genio y figura de principio a fin, eran la antítesis de mi madre -su hermana pequeña- en multitud de detalles, por poner algún ejemplo, mi madre jamás se maquilló -se pintó, era la expresión de la época- y a mis tías jamás las vi sin pintar, a mis tías les encantaban los vestidos negros que les parecían elegantes y estilizaban la figura, mientras que mi madre detestaba ese color porque lo asociaba al luto, ellas rubias de bote y mi madre negro azabache, y así en casi todo, muy diferentes.

Voy a contaros algunas anécdotas vividas con mis tías, producto de su coqueteria:

 En cierta ocasión, una de ellas le pidió a mi madre que le presentara a su médico de confianza porque no se encontraba bien. Estando en la consulta, el médico, lógicamente empezó a hacerle preguntas a mi tía para rellenar la historia y una de las primeras preguntas fue la edad que tenía. Mi tía empezó a contestar dubitativa: "Cuarenta y .....". "¡Y nueve!" terminó mi madre la frase precipitadamente y luego, en casa, nos dijo que no podía dejar que mi tía engañara más al médico, que tenía: "Más de sesenta años".

 Uno de los problemas de quitarse años, cosa a la que eran aficionadas mis dos tias, era que no se ponían de acuerdo previamente, con lo que se convirtieron en un autentico fenómeno. Al hacer alguna gestión para ellas necesité sus Documentos de Identidad y al revisarlos comprobé que mis dos tías se llevaban 5 meses de edad, si, eso que habeis leido, hermanas de padre y madre con fecha de nacimiento con 5 meses de diferencia ¡jajajaja!, la realidad era que se llevaban unos cuatro años y además había otra hermana entre ambas.

Y todo ese esfuerzo de ingenio, para que dentro de un tiempo venga el antropólogo de turno a datar los restos y diga: "Unos dos mil años, cien arriba, cien abajo".